martes, 22 de mayo de 2007

Calidad, calidez y reflexión



Esperé casi un mes desde que compré la entrada hasta que entré al Teatro Oriente para ver a Pedro Aznar. Teníamos las entradas más caras, y nos ubicamos ahí cerquita, en la cuarta fila. Al lado nuestro, estaba el doctor Artaza, famoso por separar un par de siameses y por una fiesta de aniversario del Ministerio de Salud.
El concierto comenzó un poco lento por el telonero, Manuel García, quien cantó sus temas (decentes, aunque ninguna maravilla) ante un público pequeño (1.200 personas) que lo único que querían era que saliera el ex Serú Girán y Pat Metheny Group.
Ya el año pasado Aznar había llegado al mismo teatro, presentando su disco tributo a autores brasileños, con el que obtuvo muy buenas críticas, aunque en lo personal, no escuché sonar siquiera una vez en las radios ninguna canción de ese disco.
Ahora, se anunciaba que el concierto tendría una dinámica similar: adelantar el último trabajo, que incluirá covers y canciones inéditas.
Y mientras García se retiraba dignamente del escenario, aparecía, potente, el cantante argentino.
Creo que la primera parte del show fue una tromba, que mezcló de manera fulminante clásicos de Aznar (A primera vista, Qué he sacado con quererte, y el más nuevo Alcira y la torre) con éxitos de George Harrison, John Lennon y Sui Generis. Todo esto debe haber ocupado por lo menos una hora del show
Luego, vino una serie de temas que la verdad es bien poco lo rescatable.
Y al final del concierto, nuevamente una serie de hits que terminar por encender al público, que con dos bis (incluido el ya clásico gesto de Aznar de acercarse al público sólo con una guitarra para tocar a capella, en este caso el clásico "Fragile" de Sting) quedó con esa sensación de haber invertido bien la plata de la entrada.
Tal es el éxito de este cantautor semidesconocido que pese a haber programado dos conciertos en Santiago, debió agendar una fecha más por la demanda de tickets.
Lo mismo ocurrió en el resto de las regiones donde tocó Aznar, y que siempre, a la entrada del invierno lo tienen llegando a Chile, para compartir su música con nosotros.

lunes, 21 de mayo de 2007

Discurso del 21 de mayo: hacia la presidencia


Bachelet se vio mucho menos titubeante que en otras ocasiones. Creo que es la vez en que más le he creído que sabía de qué estaba hablando.
De los anuncios, en realidad no hay mucho que esperar, porque siempre el discurso del 21 de mayo se caracteriza por el presidente(a) disparando una metralleta de anuncios que al final poco y nada se materializan.
Lo que sí creo, es que por primera vez Bachelet dejó de lado la emocionalidad, y esa eterna mirada en contrapicado del resto del mundo político, al que tiene que ver hacia arriba sólo por el hecho de ser mujer. Se mostró segura, con presencia al momento de frenar los griteríos de los deudores habitacionales (una pará de carros al mejor estilo Lagos: "entendemos su problema pero ahora le estamos dando la cuenta pública a la nación"). Eso, se agradece, porque el paternalismo chileno hace necesaria la figura paterna en la institución del Presidente de la República.
Puede que la Bachelet se esté perfilando por fin, tras un año y dos meses de Gobierno, hacia su graduación de Primer Mandatario. Para ello sólo falta que entienda que su presencia en momentos críticos como en Chiguayante el año pasado, o en Aisén en abril pasado, no es buena, porque la gente, desesperada, se le va a ir encima. Y que para evitar que eso suceda, tiene una veintena de ministros que le sirvan como "tapones", para que ellos, que no tienen la jineta política tan marcada, sean quienes reciban las quejas de la gente. Sólo después debería aparecer la Presidenta.
Falta eso, y por cierto, que ponga sesos para mejorar el Transantiago.
Por tanto, el balance es un poco positivo (o menos negativo) para Michelle, aunque ya el daño esté hecho y hayamos tenido que padecer todos los chilenos que el 53,5% de ellos haya caído por el ahora olvidado "carisma" de Bachelet.